Un mundo agotado

La vida pende de un delgado hilo, los recursos son hoy más limitados que nunca, la vida no es más que una lucha inacabable de supervivencia, supervivencia para conservar la especie, pero… ¿con qué fin?

Le he dado vueltas a esta pregunta gran parte de mi vida y no hallo una respuesta que me satisfaga. Así que siguiendo el mandato de los Ancianos fuiste concebido (sólo un hijo por pareja, mandan las leyes), pero no con el propósito de perpetuar la especie –o tal vez sí–; a ti, hijo mío, te heredo mi búsqueda, la pregunta que me atormenta hasta hoy: “¿Con qué fin continuar en nuestro miserable empeño por mantener la especie?”.

Todo lo que puedas tomar de mis experiencias te lo he dejado en mis diarios para el día en que sepas leer y abras esta carta. Desearía poder ser yo quien te lo enseñase, pero las leyes son claras: ningún padre sobrevive al nacimiento de su hijo. Es vital para conservar el equilibrio entre el número de población y recursos.

La necesidad me obliga a ser breve. En este miserable trozo de papel debo condensar todo lo que desearía transmitirte, pues la última envestida de los Zcrath mermó cuantiosamente nuestros recursos y me temo que éste es el último pedazo de papel sin manchar que queda entre los de nuestro pueblo.

Sin más espacio para la expresión de ningún tipo me debo despedir de esta manera tan frívola.

Sinceramente espero que tú puedas hallar la respuesta a la interrogante que ha consumido mi vida, de una forma o de otra.

Nos vemos en el fin.

Con mucho cariño, Papá.

P.D.: Dejaré los recados necesarios para que mi pistola te sea entregada junto a esta carta y mis notas, por si tú también decides prolongar esta agonía eterna con tu progenie.

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